La Sallana es una leyenda mexicana que proviene de la época colonial, y su origen está en la ciudad de Villavicencio. Allí vivía una mujer de familia aristocrática, felizmente casada y con un hijo pequeño. Si bien su vida era feliz, esta mujer siempre estaba al tanto de lo que la gente comentaba de ella, ya que le importaba mucho de “el qué dirán…”
Un día se enteró del rumor que su marido la estaba engañando con su propia madre, y presa de los celos, enloqueció de rabia e impotencia. Antes de que alguien pudiera hacer algo, mató a su hijo, decapitó a su marido (que estaba durmiendo) y luego fue a la casa de su madre para acuchillarla y prender fuego la casa con su progenitora aún dentro.
En los últimos minutos de agonía, su madre le lanzó una maldición: “Tu nombre será Sallana, yvagarás por los llanos asustando borrachos y chismosas”
A partir de ese momento comienza esta leyenda de terror que afirma que a altas horas de las noches suelen aparecérsele a los borrachos, asustándolos con su risa infernal y mostrándole su rostro cadavérico.
También suele presentarse ante las mujeres chismosas, a las que persigue, recordando que todos sus pesares provienen de las habladurías y de sus propios celos enfermizos.
jueves, 15 de octubre de 2015
viernes, 9 de octubre de 2015
La Nahual de Coyoacán
Hace mucho tiempo existía una bella doncella, quien se había casado con el joven más guapo del pueblo. Todos decían que eran la pareja ideal. Cierta mañana su compadre le preguntó:
“¿qué tal es tu mujer?”
“Excelente además de bella una estupenda cocinera. Lo que no me acaba de agradar es que desde que nos casamos me prepara moronga.”
Esto extraño al compadre, quien al día siguiente regreso y le dijo:
“compadre no es por chismear, pero a mí me dijeron que eso es malo. Pregúntele a la comadrita el porqué.”
Acto seguido se fue el hombre y cuestiono a mujer:
“oye amor ¿porque siempre desayunamos moronga?”
“es porque mi padre es dueño del rastro y lo que no se vende nos lo repartimos entre los hijos, a mi hermano mayor lo tocan las viseras, a mi hermana las patas, y a mí la sangre... por eso.”
El hombre quedo complacido con dicha explicación. Sin embargo el compadre se presento asustado, comentándole que en el pueblo todos sabían que ella era una bruja y que por ello nadie le desposaba.
“mejor espíela compadre... espíela... y vera de dónde saca la moronga.”
Así lo hizo y tempranito en la mañana antes de que el sol saliera, vio cómo su mujer se levantó y camino hacia la cocina... A través del fogón vio la figura de su esposa. La cual ante sus ojos y sin percatarse de ser vista, se empezó a quitarse la piel y convertirse en una bola de fuego... El Joven quedo impactado sin habla, corrió a ver a su compadre y contarle lo que había visto...
“Compadre.... compadre... salga rápido por favor.”
Gritaba el joven, quien al ver a su compadre sin mediar palabra le tomó del brazo y se lo llevo a su casa. Ahí encontraron la piel de su esposa, el compadre al verla se quedó sin habla, más en un momento de lucidez le dijo:
“quemémosla, así no podrá regresar y así ya no seguirá matando a más niños”
Y así lo hicieron. Quemaron la piel de la joven, quien al regresar y no encontrar su piel gritaba enfurecida y al mismo tiempo asustada pues la mañana se acercaba y el sol empezaba a verse en el horizonte. El joven escondido y muy asustado vio cuando los primeros rayos del sol quemaron a su esposa.
…y este fue el fin de la nahual de Coyoacán.
miércoles, 7 de octubre de 2015
Cuando el tunkuluchú canta…
En El Mayab vive un ave misteriosa, que siempre anda sola y vive entre las ruinas. Es el tecolote o tunkuluchú, quien hace temblar al maya con su canto, pues todos saben que anuncia la muerte.
Algunos dicen que lo hace por maldad, otros, porque el tunkuluchú disfruta al pasearse por los cementerios en las noches oscuras, de ahí su gusto por la muerte, y no falta quien piense que hace muchos años, una bruja maya, al morir, se convirtió en el tecolote.
También existe una leyenda, que habla de una época lejana, cuando el tunkuluchú era considerado el más sabio del reino de las aves. Por eso, los pájaros iban a buscarlo si necesitaban un consejo y todos admiraban su conducta seria y prudente.
Un día, el tunkuluchú recibió una carta, en la que se le invitaba a una fiesta que se llevaría a cabo en el palacio del reino de las aves. Aunque a él no le gustaban los festejos, en esta ocasión decidió asistir, pues no podía rechazar una invitación real. Así, llegó a la fiesta vestido con su mejor traje; los invitados se asombraron mucho al verlo, pues era la primera vez que el tunkuluchú iba a una reunión como aquella.
De inmediato, se le dio el lugar más importante de la mesa y le ofrecieron los platillos más deliciosos, acompañados por balché, el licor maya. Pero el tunkuluchú no estaba acostumbrado al balché y apenas bebió unas copas, se emborrachó. Lo mismo le ocurrió a los demás invitados, que convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas escandalosas.
Entre los más chistosos estaba el chom, quien adornó su cabeza pelona con flores y se reía cada vez que tropezaba con alguien. En cambio, la chachalaca, que siempre era muy ruidosa, se quedó callada. Cada ave quería ser la de mayor gracia, y sin querer, el tunkuluchú le ganó a las demás. Estaba tan borracho, que le dio por decir chistes mientras danzaba y daba vueltas en una de sus patas, sin importarle caerse a cada rato.
En eso estaban, cuando pasó por ahí un maya conocido por ser de veras latoso. Al oír el alboroto que hacían los pájaros, se metió a la fiesta dispuesto a molestar a los presentes. Y claro que tuvo oportunidad de hacerlo, sobre todo después de que él también se emborrachó con el balché.
El maya comenzó a reírse de cada ave, pero pronto llamó su atención el tunkuluchú. Sin pensarlo mucho, corrió tras él para jalar sus plumas, mientras el mareado pájaro corría y se resbalaba a cada momento. Después, el hombre arrancó una espina de una rama y buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó las patas. Aunque el pájaro las levantaba una y otra vez, lo único que logró fue que las aves creyeran que le había dado por bailar y se rieran de él a más no poder.
Fue hasta que el maya se durmió por la borrachera que dejó de molestarlo. La fiesta había terminado y las aves regresaron a sus nidos todavía mareadas; algunas se carcajeaban al recordar el tremendo ridículo que hizo el tunkuluchú. El pobre pájaro sentía coraje y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de ese día.
Entonces, decidió vengarse de la crueldad del maya. Estuvo días enteros en la búsqueda del peor castigo; era tanto su rencor, que pensó que todos los hombres debían pagar por la ofensa que él había sufrido. Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le permitiera desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las noches al cementerio, hasta que aprendió a reconocer el olor de la muerte; eso era lo que necesitaba para su venganza.
Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al maya cuando se acerca su hora final. Así, se para cerca de los lugares donde huele que pronto morirá alguien y canta muchas veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta, el hombre muere. Y no pudo escoger mejor desquite, pues su canto hace temblar de miedo a quien lo escucha.
Algunos dicen que lo hace por maldad, otros, porque el tunkuluchú disfruta al pasearse por los cementerios en las noches oscuras, de ahí su gusto por la muerte, y no falta quien piense que hace muchos años, una bruja maya, al morir, se convirtió en el tecolote.
También existe una leyenda, que habla de una época lejana, cuando el tunkuluchú era considerado el más sabio del reino de las aves. Por eso, los pájaros iban a buscarlo si necesitaban un consejo y todos admiraban su conducta seria y prudente.
Un día, el tunkuluchú recibió una carta, en la que se le invitaba a una fiesta que se llevaría a cabo en el palacio del reino de las aves. Aunque a él no le gustaban los festejos, en esta ocasión decidió asistir, pues no podía rechazar una invitación real. Así, llegó a la fiesta vestido con su mejor traje; los invitados se asombraron mucho al verlo, pues era la primera vez que el tunkuluchú iba a una reunión como aquella.
De inmediato, se le dio el lugar más importante de la mesa y le ofrecieron los platillos más deliciosos, acompañados por balché, el licor maya. Pero el tunkuluchú no estaba acostumbrado al balché y apenas bebió unas copas, se emborrachó. Lo mismo le ocurrió a los demás invitados, que convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas escandalosas.
Entre los más chistosos estaba el chom, quien adornó su cabeza pelona con flores y se reía cada vez que tropezaba con alguien. En cambio, la chachalaca, que siempre era muy ruidosa, se quedó callada. Cada ave quería ser la de mayor gracia, y sin querer, el tunkuluchú le ganó a las demás. Estaba tan borracho, que le dio por decir chistes mientras danzaba y daba vueltas en una de sus patas, sin importarle caerse a cada rato.
En eso estaban, cuando pasó por ahí un maya conocido por ser de veras latoso. Al oír el alboroto que hacían los pájaros, se metió a la fiesta dispuesto a molestar a los presentes. Y claro que tuvo oportunidad de hacerlo, sobre todo después de que él también se emborrachó con el balché.
El maya comenzó a reírse de cada ave, pero pronto llamó su atención el tunkuluchú. Sin pensarlo mucho, corrió tras él para jalar sus plumas, mientras el mareado pájaro corría y se resbalaba a cada momento. Después, el hombre arrancó una espina de una rama y buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó las patas. Aunque el pájaro las levantaba una y otra vez, lo único que logró fue que las aves creyeran que le había dado por bailar y se rieran de él a más no poder.
Fue hasta que el maya se durmió por la borrachera que dejó de molestarlo. La fiesta había terminado y las aves regresaron a sus nidos todavía mareadas; algunas se carcajeaban al recordar el tremendo ridículo que hizo el tunkuluchú. El pobre pájaro sentía coraje y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de ese día.
Entonces, decidió vengarse de la crueldad del maya. Estuvo días enteros en la búsqueda del peor castigo; era tanto su rencor, que pensó que todos los hombres debían pagar por la ofensa que él había sufrido. Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le permitiera desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las noches al cementerio, hasta que aprendió a reconocer el olor de la muerte; eso era lo que necesitaba para su venganza.
Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al maya cuando se acerca su hora final. Así, se para cerca de los lugares donde huele que pronto morirá alguien y canta muchas veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta, el hombre muere. Y no pudo escoger mejor desquite, pues su canto hace temblar de miedo a quien lo escucha.
jueves, 1 de octubre de 2015
Por que el Zopilote se volvió negro
El zopilote, como se le conoce actualmente, o ch'oom, en maya, no siempre fue negro y feo.En el tiempo en que el Mayab estaba en su esplendor, su plumaje era verde. Tenía un aspecto tan alegre, que recordaba el tono fresco de las grandes hojas de plátano y en la cabeza lucia un haz de plumas irisadas. De alas vigorosas, vuela tan alto que se ve diminuto y hasta parece que se esfuma. Dominando el aire se mantiene en las alturas sin mover las alas, o parecer ir de lado, usando una ala como timón. Traza parábolas y elipses en el cielo y al divisar se alimento, da vueltas cada vez más cercanas hasta descender. A causa de su tamaño come bastante, casi puede decirse que es insaciable, pero no es egoísta y le gusta compartir. Y por comer lo que no le correspondía es que los dioses lo castigaron.
===El motivo===
Sucedió que el halach-uinic de Uxmal preparó un gran festejo para Zamná y las deidades que gobiernan a los vientos del oriente, que ayudan a mantener la tierra dispuesta a dar sus frutos exquisitos para los hombres y los animales. Estaban invitados los señores y sacerdotes de las cuidades vecinas;era una fecha importante y la gente del pueblo, a su vez, tenía listas sus ofrendas. Había gran actividad en el palacio. Las mujeres cocinaron suculentos platillos y vertieron en grandes ollas de cerámica el embriagador balché. Dispusieron los alimentos y la bebida sobre esteras de palma en la terraza, bajo un techo de largas plumas para proteger todo de los rayos solares. Un ch'oom que observaba desde el cielo sintió hambre y un antojo que no quiso resistir. Al principio pensó en comer todo él solo; pero como era mucho, llamó a otros. Sabían que el banquete era en honor de las deidades; por eso dieron vueltas y vueltas en el cielo indecisos. La fuerza de la tentación fue muy grande, y finalmente resolvieron correr la aventura. Bajaron cuando no había nadie y se dieron prisa en devorarlo todo. Contentos porque nadie los había interrumpido, emprendían el vuelo cuando llego el halach-uinic. Al ver lo que había pasado, se enojo mucho.
===El castigo===
Los h-menes examinaron el caso y resolvieron dar un escarmiento a las golosas aves. Se encerraron en el templo para consultar a las deidades, y estás, ofendidas, dispusieron un castigo severo. Como las aves habían dejado algunas plumas, las expusieron al fuego sagrado y con las negras cenizas prepararon un líquido especial. Al otro día colocaron en la terraza del palacio otros platillos para atraerlas, y cuando se acercaron, les echaron el líquido diciendo palabras mágicas. Asustados los zopilotes volaron muy alto, más allá de las nubes; con el sol se les quemó el plumaje de la cabeza y quedaron calvos para siempre. El líquido que les salpicó ennegreció sus plumas y las volvió ásperas. Los dioses dispusieron también que a partir de entonces se alimentaran de carroña, para que no le robaran la comida a nadie. Por la naturaleza de su alimento , del que tomaron gusto por disposición de los dueños de los destinos, huelen a descompuesto. Naturalmente los árboles donde duermen no pueden soportar mucho tiempo su presencia;van perdiendo su corteza y finalmente mueren. Y si una persona por descuido se para bajo el árbol donde descansan y le cae inmundicia, perderá el cabello y le brotará tiña. Por eso es costumbre que cuando se les ve cerca se pone rápidamente distancia de por medio.
===El motivo===
Sucedió que el halach-uinic de Uxmal preparó un gran festejo para Zamná y las deidades que gobiernan a los vientos del oriente, que ayudan a mantener la tierra dispuesta a dar sus frutos exquisitos para los hombres y los animales. Estaban invitados los señores y sacerdotes de las cuidades vecinas;era una fecha importante y la gente del pueblo, a su vez, tenía listas sus ofrendas. Había gran actividad en el palacio. Las mujeres cocinaron suculentos platillos y vertieron en grandes ollas de cerámica el embriagador balché. Dispusieron los alimentos y la bebida sobre esteras de palma en la terraza, bajo un techo de largas plumas para proteger todo de los rayos solares. Un ch'oom que observaba desde el cielo sintió hambre y un antojo que no quiso resistir. Al principio pensó en comer todo él solo; pero como era mucho, llamó a otros. Sabían que el banquete era en honor de las deidades; por eso dieron vueltas y vueltas en el cielo indecisos. La fuerza de la tentación fue muy grande, y finalmente resolvieron correr la aventura. Bajaron cuando no había nadie y se dieron prisa en devorarlo todo. Contentos porque nadie los había interrumpido, emprendían el vuelo cuando llego el halach-uinic. Al ver lo que había pasado, se enojo mucho.
===El castigo===
Los h-menes examinaron el caso y resolvieron dar un escarmiento a las golosas aves. Se encerraron en el templo para consultar a las deidades, y estás, ofendidas, dispusieron un castigo severo. Como las aves habían dejado algunas plumas, las expusieron al fuego sagrado y con las negras cenizas prepararon un líquido especial. Al otro día colocaron en la terraza del palacio otros platillos para atraerlas, y cuando se acercaron, les echaron el líquido diciendo palabras mágicas. Asustados los zopilotes volaron muy alto, más allá de las nubes; con el sol se les quemó el plumaje de la cabeza y quedaron calvos para siempre. El líquido que les salpicó ennegreció sus plumas y las volvió ásperas. Los dioses dispusieron también que a partir de entonces se alimentaran de carroña, para que no le robaran la comida a nadie. Por la naturaleza de su alimento , del que tomaron gusto por disposición de los dueños de los destinos, huelen a descompuesto. Naturalmente los árboles donde duermen no pueden soportar mucho tiempo su presencia;van perdiendo su corteza y finalmente mueren. Y si una persona por descuido se para bajo el árbol donde descansan y le cae inmundicia, perderá el cabello y le brotará tiña. Por eso es costumbre que cuando se les ve cerca se pone rápidamente distancia de por medio.
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